martes, 22 de enero de 2013

LA REDUCCION DEL GASTO DE LA ADMINISTRACION EN 2012



Las previsiones de reducción del gasto de la Administración Central del Estado para 2012 se inclinan por una cifra de alrededor del 2,6% del PIB. La bajada de la inversión en capital fijo en ese mismo año se está cifrando en el 2,4%.

Es decir, y si las cifras se confirman, la reducción del gasto público en 2012 para alcanzar el tan cacareado y deseado déficit en ese ejercicio, será debido casi en exclusiva a la no inversión. Solo un exiguo 0,2% será debido a la verdadera reducción del gasto corriente y del gasto de personal en los presupuestos públicos.

No es ésto lo que estábamos todos entendiendo (y esperando) cuando se nos hablaba de cumplir con nuestros compromisos de déficit con Europa. La mayoría suponíamos, y así se nos ha dicho, que se iban a reducir gastos supérfluos de la Administración, duplicidades funcionales entre los diversos niveles -estatal, autonómico y local- del Gobierno, eliminación de sociedades públicas interpuestas (se ha hablado de la existencia de 5000 sociedades con funciones como mínimo supérfluas), reducción de las tan infladas necesidades de personal en las Administraciones, etc.

Y ahora parece ser que al final la cuestión se ha reducido a disminuir solamente el gasto que es útil y productivo. No parecen estar claras las prioridades para los decididores públicos responsables. O quizá sí lo están.

A juicio de este bloguero, no se debe olvidar que históricamente está demostrado que el fomento público del crecimiento del PIB pasa, entre otros mecanismos, por el incentivo de la inversión pública en capital fijo, para compensar así la reducción de la inversión privada en este campo duarante los períodos bajos del ciclo económico.

Debemos recordar que inversión pública e inversión privada son dos sumandos que, junto con otros, componen al final la cifra total del PIB de una nación. Si uno baja, el otro debe subir si queremos salir del marasmo y que la suma sea igual o superior a la que teníamos antes. Es pura aritmética. Acabaremos suponiendo que lo que falta no es entendimiento económico sino coraje político. Ay!