viernes, 15 de febrero de 2013

LAS BASES PARA SALIR DE ESTA CRISIS



Hace casi seis años, cuando comenzó la actual crisis económica, muchos comentaristas publicaron que se trataba también de una crisis de valores, además de un problema monetario o de exceso de deuda. De los problemas puramente económicos, financieros o incluso de estructura se ha hablado mucho, y se ha hecho mucho también. Sin embargo, el énfasis en la corrección de la crisis de valores se ha ido perdiendo con el tiempo, y hoy día casi nadie se acuerda de ella, cuando puede que sea lo fundamental.

De vez en cuando se habla de la codicia, de la soberbia, o de la avaricia incluso, que impregnan nuestra sociedad actual. A mi juicio se ha olvidado completamente el individualismo exacerbado y la falta de cooperación con los demás, que probablemente desde siempre han estado por delante de los tres defectos de la frase anterior. Colaborar con el prójimo sin someterse a él, pero aportando nuestra parte de saber y entender a la resolución de los asuntos comunes, es algo que sigue siendo raro en nuestra sociedad. La generosidad para con nuestros conciudadanos no brilla precisamente en nuestras actuaciones diarias. 

Es curioso constatar que en un campo como es el de la creación y conservación de infraestructuras por ejemplo, la sociedad ha tenido que legislar (porque si no, no había manera)sobre la cooperación público-privada o, con esta misma definición literal, sobre el contrato de colaboración entre el sector público y el sector privado, con lo que no ha hecho más que poner en evidencia que cuanto más agentes o estamentos intervienen en la solución de algo, más fácil es encontrarla. Pero en la mayoría de las cuestiones clave, cada uno sigue yendo por su lado; aunque afortunadamente no siempre es así, como demuestra el reciente caso de la Inciativa Legislativa Popular sobre los desahucios.

El individualismo exacerbado ha sido uno de los temas recurrentes durante el pontificado de Benedicto XVI. En numerosas ocasiones, el Papa se ha referido al relativismo imperante en la sociedad, consecuencia de tomar como guía supremo al racionalismo individual, en perjuicio de la aceptación responsable de ideas comunes. No podemos predecir si desde su retiro voluntario va a seguir apuntalando ese camino con nuevas aportaciones, aunque todo parece indicar que no va a ser así por coherencia con su propia decisión.

Algo debía sin embargo ver de nocivo la sociedad española  en esta forma de pensar del Pontífice cuando dos de sus principales voceros (o, al menos, esa parece ser su pretensión), como son los dos principales periódicos nacionales, han acogido con titulares a cinco columnas y en primera página su decisión de retirarse proclamando que Benedicto XVI "rompe la tradición de que el Papa muere en la cruz" (El Mundo) o de que está "solo y cansado" (El País, queriendo subliminalemente llamar la atención sobre lo erróneo y lo difícil de sus posturas intelectuales). Por ahí no vamos a avanzar, aunque bien es verdad que quizá las ideas que dejan traslucir ambos titulares pueden no ser compartidas por muchos ciudadanos, y de hecho probablemente así es. Que luego no se extrañen si bajan las tiradas!

Es iluminador escuchar los últimos discursos a este respecto de algunos personajes públicos estadounidenses (entre los que se encuentra su Presidente), en los que se resalta la necesidad de profundizar en la cooperación y en la generosidad entre ciudadanos que he señalado algo más arriba. Es cierto que la sociedad norteamericana es muy diferente a la nuestra y con unos valores, basados en tradiciones culturales  distintas, a veces opuestos. Pero quizá, alguna que otra vez convendría escucharles.