miércoles, 8 de octubre de 2014

37.5º no es 38.6º

Las últimas decisiones en la Sanidad Pública madrileña en relación con la auxiliar de enfermería contagiada por ébola en Madrid dan pie para una reflexión rápida sobre el funcionamiento de la sociedad en general y de la Administración en particular en nuestro país.
 
Las diferentes actuaciones de los médicos, enfermeros, ambulancias, etc. en este caso han estado aparentemente basadas en que la temperatura de la enferma (que se ha estado tomando regularmente durante varios días) era de 37º o todo lo más 37,5º, cuando los protocolos indicaban que se debían imponer medidas de aislamiento solamente a partir de una temperatura de 38,6º.
 
Este criterio médico ha sido tomado por todos los intervinientes en un sentido puramente burocrático, admitiendo que como aritméticamente el protocolo se cumplía favorablemente, no había que hacer más averiguaciones. No había que preocuparse en pensar un poquito si no convendría, a la vista de los antecedentes de la enferma como actor en el tratamiento de los dos enfermos previos de ébola repatriados a España, hacer una mínima averiguación o análisis complementario para evitar posibles complicaciones, que luego se han desarrollado.
 
Nuestra sociedad lleva en su ADN un tal sentido de las reglas a cumplir (no entraré aquí de dónde nos viene esa forma de ser, pero se me ocurren varias causas: las actuaciones de los jueces, de la policía o de Hacienda que vemos en los medios, nuestro pasado reciente autoritario, etc.), que cuando efectivamente se cumplen no pensamos en nada más y  actuamos de una forma totalmente gregaria. Si encima estamos hablando de la Administración, estos protocolos y reglas se elevan a la categoría de paradigmas. Si nos ajustamos a las reglas, ya hemos cumplido y se acabó el asunto para nosotros.
 
No sabemos actuar cuando no hay reglas, lo que podría ser una de las razones de los bajísimos coeficientes de emprendimiento de nuestros jóvenes cuando los comparamos con los de otros países de nuestro entorno: la gran mayoría quieren ser funcionarios para tener unas reglas claras que cumplir y no tener que pensar en otra cosa después.
 
Las consecuencias de esa manera de ser y de pensar son, entre otras muchas, la gran concentración en unas pocas personas de los activos empresariales en nuestro país (la gran mayoría de las empresas del IBEX tiene capitales sociales en los que intervienen otras empresas del IBEX), lo que manifiestamente empobrece nuestra capacidad de desarrollo, ó que el mundo se pregunte en estos momentos si se puede fiar de España para la contención de la expansión del ébola.