jueves, 31 de diciembre de 2015

FINANCIACIÓN DE LA I + D : ¿ PUBLICA O PRIVADA?

Últimamente se nos está bombardeando con la noción de que el progreso solo puede verse prolongado a través del incremento de la inversión pública en I+D.

La noción en sí parece de cajón: si no hacemos progresar los fundamentos científicos y técnicos de nuestra sociedad tendremos  bastante más difícil alcanzar nuevas cotas de bienestar. Sin embargo, el diálogo político se suele limitar a buscar más elementos presupuestarios que fomenten la investigación. Nos olvidamos, en general, de que hay claros ejemplos recientes de que una intervención puramente privada de la sociedad, utilizando exclusivamente los recursos al alcance de los individuos emprendedores, suele ser más eficaz.

En un campo tan extremadamente complejo y de tecnología punta como es la obtención de energía a través de la utilización de la fusión nuclear (no de la fisión nuclear, que es la que ya se utiliza desde hace décadas en los reactores en servicio),  la iniciativa privada está en camino de obtener un sonado éxito con plazos y costes varios órdenes de magnitud inferiores a los obtenidos por ahora por la iniciativa pública en el macro-proyecto ITER que se está construyendo (desde hace  más de una década, y que en principio será terminado en 2027) en el sur de Francia, a un coste que por ahora alcanza los 20.000 millones de dólares.

Diversas compañías privadas: Tri Alpha Energy, de California, General Fusion, canadiense de Vancouver, y Helion Energy en el Estado de Washington, llevan desde hace algunos años desarrollando sus propios sistemas de alcanzar la fusión nuclear, siguiendo procedimientos básicamente distintos a los del consorcio del ITER, y con costes muy inferiores (General Fusion ha necesitado solamente 94 millones de dólares para construir los prototipos de sus principales sub-sistemas). Además, frente al enorme tamaño de las instalaciones en Cadarache del ITER, el prototipo de TRi Alpha Energy, por ejemplo, solo mide unos 30-40 m. de largo.

No se puede lógicamente garantizar que alguno de los sistemas técnicos empleados por estas compañías (por otra parte radicalmente diferentes a los del ITER) alcancen en menos tiempo la meta de la fusión nuclear. No obstante, si nos fijamos en que su objetivo es de crear energía que se pueda enviar a una red eléctrica comercial, y no el éxito científico de un experimento (que luego solo se publica en uno o varios artículos en la prensa especializada), y en que si el camino emprendido en un caso no da frutos a la empresa privada, se achatarra lo construido y simplemente se comienza una nueva vía, se puede intuir que llegarán antes a la meta.

Recordemos que ya en un campo muy diferente, hace algunos años, la secuenciación del genoma humano, Craig Venter llegó a realizarla mucho antes (y a un coste varias magnitudes inferior) que los institutos públicos norteamericanos que llevaban décadas empeñados en el tema. 

A la vista de estos dos ejemplos recientes (y otros que se podrían mencionar), parece que convendría dirigir la iniciativa pública más bien a facilitar económicamente (o al menos a quitar trabas) a los emprendedores privados que quieran invertir en la investigación y desarrollo de nuevas técnicas y procesos, y no a incrementar (y las oposiciones políticas a exigir incrementar) los caudales públicos dedicados a la I+D, lo que quizá quede muy bien publicado en un medio de comunicación, pero que parece demostrarse ser menos eficaz en la obtención de resultados prácticos para los ciudadanos.